Mientras que Estados Unidos e Israel han bombardeado Irán e incendiado todo Oriente Próximo, las potencias europeas han servido como cómplices. Con el pretexto de pedir una “desescalada” y una “solución diplomática”, exigen que Teherán capitule incondicionalmente ante la agresión imperialista.
Los eventos recuerdan a una película de la mafia. Israel lanzó un ataque no provocado contra Irán, bombardeando instalaciones industriales y ciudades y asesinando deliberadamente a políticos, científicos y funcionarios de alto rango. Estados Unidos envió una flota de bombarderos estratégicos a través del Atlántico y ha destruido las instalaciones nucleares iraníes. Como dos matones, el presidente Donald Trump y su secretario de guerra, Pete Hegseth, han amenazado al país con ser totalmente aniquilado si no se rinde voluntariamente. Y los europeos están jugando a ser abogados y llamando al régimen de Teherán a suicidarse para no ser asesinados.
El canciller alemán Friedrich Merz, el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro británico Keir Starmer respondieron al ataque de Estados Unidos contra Irán con una declaración conjunta que no contiene ni una sola palabra de crítica al asalto, que viola el derecho internacional. Si bien no llegan a dar la bienvenida explícitamente a la acción de los Estados Unidos, su declaración conjunta solo puede entenderse como una aprobación.
Apoyan el pretexto utilizado por Israel y Estados Unidos para justificar su ataque contra Irán: “Hemos sido consistentemente claros en que Irán nunca puede tener un arma nuclear y ya no puede representar una amenaza para la seguridad regional”. Comentan sobre los ataques militares estadounidenses contra las instalaciones nucleares en Fordo, Natanz e Isfahan con las palabras: “Nuestro objetivo sigue siendo evitar que Irán adquiera un arma nuclear”. Y exigen que Irán, cuyo principal negociador fue asesinado por los israelíes, “participe en negociaciones que conduzcan a un acuerdo que aborde todas las preocupaciones asociadas con su programa nuclear”.
Se puede estar seguro de que también apoyarán nuevos ataques estadounidenses después de que Irán disparara varios misiles contra la base militar estadounidense en Qatar el lunes por la noche. No causaron daños, ya que Qatar fue advertido de antemano y los misiles fueron interceptados. Merz, Macron y Starmer solo están en contra de una “escalada” cuando proviene de Irán, no cuando proviene de Estados Unidos o Israel.
La justificación del ataque estadounidense por parte de Berlín, París y Londres no significa que no tengan diferencias con Washington. En las capitales europeas se teme que una conflagración en Oriente Próximo pueda convertirse en un desastre y sumir en el abismo a toda la economía mundial, especialmente si Irán lleva a cabo su amenaza de bloquear el estrecho de Ormuz, a través del cual se transporta alrededor de una quinta parte del suministro mundial de petróleo.
Hace solo cuatro días, el presidente Macron advirtió que el cambio de régimen violento en Irán, como buscan Israel y Estados Unidos, solo conduciría al “caos”. “El mayor error hoy es tratar de lograr un cambio de régimen en Irán por medios militares”, dijo. “¿Alguien cree que lo que se hizo en Irak en 2003, lo que se hizo en Libia en la última década, fue una buena idea? ¡No!”.
Los Gobiernos europeos también temen que el ataque israelí y estadounidense contra Irán desacredite aún más su propaganda de guerra contra Rusia. Después de todo, acusan al presidente ruso Putin de librar una “guerra de agresión contraria al derecho internacional” contra Ucrania. Pero si alguien está librando una guerra de agresión contraria al derecho internacional, son los Estados Unidos e Israel. Los expertos en derecho internacional están de acuerdo en gran medida en esto.
Pero aunque la naturaleza criminal de la guerra es obvia y los Gobiernos europeos temen un desastre, están del lado de los agresores sin reservas. Esto solo muestra que no se trata de cuestiones tácticas, sino de intereses imperialistas fundamentales.
El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, lo resumió el domingo por la noche en la televisión ARD: “Legítimo o legal es una distinción sutil pero importante”. Si el Gobierno alemán considera que un objetivo, como el bombardeo de Irán, es “legítimo”, hace caso omiso de la ley y la legalidad.
Alemania, Francia y Reino Unido puede que vean con inquietud el enfoque agresivo de Trump, pero compartir el botín es más importante para ellos que los escrúpulos morales o legales. Han estado participando en las guerras para subyugar Oriente Próximo desde la primera guerra de Irak hace 34 años. En 2001, incluso invocaron la cláusula de defensa colectiva de la OTAN para el ataque a Afganistán.
Ha habido a veces diferencias con Francia y Alemania, como en 2003 durante la segunda guerra de Irak y en 2011 durante la guerra de Libia. Sin embargo, el Gobierno alemán nunca fue tan lejos como para oponerse a los Estados Unidos o incluso prohibirle el uso de la base militar en Ramstein, Alemania, que es una de guerra.
El Reino Unido siempre ha actuado como el aliado más cercano de Estados Unidos. Incluso ahora, el primer ministro Keir Starmer llamó a Trump poco después del ataque a Irán para asegurarle su apoyo. No se trata de “acercarse a los Estados Unidos”, como aseguró el secretario de Negocios, Jonathan Reynolds a la prensa, sino de “proteger los intereses británicos”.
Alemania es, junto con Estados Unidos, el apoyo más importante de Israel. Sigue siendo firmemente leal al régimen de Netanyahu a pesar de sus crímenes de guerra en Gaza, y persigue a sus oponentes como presuntos “antisemitas”. El canciller Friedrich Merz describió acertadamente la relación entre Berlín y Jerusalén cuando dijo que Israel “nos hace el trabajo sucio a todos”.
Hoy, la cumbre de la OTAN comienza en La Haya, a la que asisten los jefes de Gobierno de los 32 Estados miembros, incluido Trump. La atención se centra en aumentar el gasto militar al 5 por ciento del PIB, que es dos veces y media el objetivo anterior de la OTAN del 2 por ciento. La ofensiva armamentista masiva está destinada a permitir a los miembros europeos de la OTAN librar una guerra contra la potencia nuclear de Rusia en un plazo de tres a cinco años.
Los objetivos principales de los europeos consisten en hacer que Estados Unidos siga apoyando la guerra en Ucrania y evitar que Trump concluya un acuerdo con Rusia a sus espaldas. A cambio, se espera que brinden un apoyo aún mayor a la ofensiva estadounidense en Oriente Próximo y al cerco de China.
Como era el caso antes de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, cuando una decisión fatídica siguió a otra y todas las potencias imperialistas se vieron cada vez más inmersas en la vorágine de la guerra, una vez más están corriendo hacia una catástrofe que amenaza la supervivencia de la humanidad.
Lo que los impulsa es la crisis insoluble del anticuado sistema capitalista: la incompatibilidad de la producción global, que une a miles de millones de trabajadores en un solo proceso de producción internacional, con el sistema de Estados nación y la propiedad privada en los que se basa el capitalismo. Al igual que en 1914 y 1939, los capitalistas están tratando de resolver esta crisis a través de un reparto violento del mundo.
Sería fatal esperar que cualquier partido que defienda el capitalismo proporcione una salida a esta crisis. Ya sean extremistas de derecha, como los republicanos de Trump, “centristas”, como los demócratas estadounidenses y Macron, o socialdemócratas, como el Partido Laborista de Starmer y el SPD de Alemania, todos apoyan la guerra, el rearme y el militarismo y suprimen la oposición social y política a ellos.
La única estrategia realista contra la guerra y el militarismo es la movilización de la clase obrera internacional sobre la base de un programa anticapitalista y socialista. Están dadas todas las condiciones para ello. El despiadado ataque a Irán también ha reavivado la resistencia al genocidio en Gaza, contra el cual cientos de miles ya han salido a las calles. Cada vez más trabajadores están luchando contra los recortes sociales y despidos con los que se espera que paguen los costos de la guerra.
Pero este movimiento necesita una perspectiva y dirección política. La clase dominante depende de los partidos pseudoizquierdistas para absorber y neutralizar la resistencia.
En Alemania, el partido La Izquierda ha ganado apoyo porque critica el militarismo y al ultraderechista AfD. Pero su postura sobre la guerra en Oriente Próximo difiere poco de la del Gobierno federal. También pide el cese inmediato del programa nuclear de Irán y afirma que esto se puede lograr a través de medios diplomáticos en lugar de militares.
En Francia, Jean-Luc Mélenchon, el líder de Francia Insumisa, está pidiendo al presidente Macron para que se oponga a Trump y Netanyahu. Está tratando de convencer a Macron de que esto es lo mejor para Francia:
Por terrible que sea el contexto, y quizás precisamente por ello, existe una oportunidad para que nuestro país demuestre su bien entendida grandeza e influencia. Francia debe negarse a unirse al dúo mortal. Si mantiene en alto la bandera de la paz y el derecho internacional, sus palabras serán recibidas en todas partes como liberación y apoyo.
¡Qué farsa tan lamentable! Francia, al igual que Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, es una potencia imperialista que ha dejado un sangriento rastro de crímenes coloniales detrás, desde Vietnam hasta Argelia y el Congo, por nombrar solo algunos. Esperar que Macron, el presidente de los ricos, defienda la paz y el derecho internacional es el colmo del engaño político.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones, los Partidos Socialistas por la Igualdad, son la única tendencia política que lucha por la unidad de la clase obrera internacional sobre la base de un programa socialista. La construcción de estos partidos es la tarea más importante en la lucha contra la guerra y el capitalismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de junio de 2025)