El Eternauta es una miniserie de Netflix de 2025 basada en un clásico cómic argentino de ciencia ficción publicado a finales de la década de 1950, que reflejó con fuerza las luchas políticas y sociales de la época.
Con el paso del tiempo, se convirtió en una de las obras más importantes del cómic argentino y latinoamericano, creada por el escritor Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López.
La relación entre El Eternauta y la política es profunda, tanto por el contenido de la obra como por la biografía de su autor. Oesterheld pasó de ser un escritor de aventuras a un intelectual comprometido de izquierda antes de ser asesinado por la última dictadura militar argentina (1976-1983) junto con sus cuatro hijas. Este trasfondo se manifiesta en su obra más famosa y su interpretación en la miniserie.
La historia original (publicada en Hora Cero Semanal entre 1957 y 1959) retrata una invasión extraterrestre en Buenos Aires, donde un grupo de gente común resiste ante un enemigo abrumador. Si bien en su primera versión no era explícitamente política, posteriormente se llenó de simbolismo. El cómic se ambienta en Buenos Aires, en la segunda mitad de la década de 1950, azotada por una repentina y misteriosa nevada que mata a las personas al instante. Un pequeño grupo de amigos reunidos para jugar a las cartas sobrevive atrincherado en la casa de su anfitrión y poco a poco idea la manera de salir para conseguir provisiones y recopilar información, lo que se vuelve cada vez más alarmante.
El ingenio de los dibujos de Oesterheld y Solano López, sencillos y oscuramente expresivos, con trazos y sombras, distintivos en la época, da vida a una historia de terror de ciencia ficción única. Mientras los sobrevivientes se aventuran fuera de la casa donde están atrapados y luego regresan, los nervios se ven alterados por la claustrofobia, en medio de una devastación abrumadora y aterradora; entre lo conocido y lo completamente extraño. Una máscara de respiración subacuática que los protagonistas incorporan a sus trajes de supervivencia les sirve para aventurarse fuera de la casa en calles silenciosas y mortales.
Los protagonistas no son superhéroes, sino personas comunes, animadas por ideas de lucha popular y solidaridad, que se organizan para enfrentar una nueva opresión que asola las calles de la ciudad.
La adaptación de Netflix de El Eternauta
Este año, Netflix anunció su adaptación fotorrealista de El Eternauta. Durante años, varios directores argentinos y españoles intentaron adaptar el cómic para la gran pantalla. El propio Oesterheld participó en una serie animada de televisión que no prosperó.
La nueva serie, cuyos seis episodios (estreno el 30 de abril) cumplieron con los requisitos de la familia Oesterheld de ser en español y estar ambientados en Buenos Aires, se convirtió rápidamente en la serie de habla no inglesa más vista de Netflix.
A diferencia del cómic de los años 50, El Eternauta se ha actualizado a la era de los teléfonos móviles y la lista de protagonistas se ha ampliado, pero sigue a grandes rasgos la historia de Oesterheld.
Cae nieve tóxica, aunque ahora con el acompañamiento auditivo de un viento constante, una especie de fantasmagoría distinta del silencio de la lectura. Es vital mantener cada centímetro del cuerpo cubierto, ya sea con un impermeable, un poncho o trozos de plástico. Gigantescos alienígenas carnívoros con aspecto de insecto que invadieron la ciudad están por todas partes. Los seis episodios terminan aproximadamente en el punto en que el cómic da un giro y se convierte en una historia audaz que toca la conciencia. La historia adopta una postura antibélica y promueve una noción idealista de solidaridad humana que contrasta profundamente con la opinión pública oficial actual.
En la serie de Netflix hay pasajes donde Juan Salvo, el principal sobreviviente, interpretado con gran maestría por el astro argentino Ricardo Darín, tiene recuerdos de cuando fue enviado como soldado en 1982 a combatir en las Islas Malvinas, un remoto archipiélago colonizado por los británicos en el Atlántico Sur.
Ya en el tercer episodio de la serie, Elena, interpretada por Carla Peterson, su expareja y madre de su hija, se refiere a Las Malvinas cuando menciona 'las islas', en referencia a Las Malvinas, no a las Falklands, el nombre impuesto por los británicos. Salvo, sobreviviente del sangriento combate del Monte Longdon, tiene momentos de angustia al recordar el trauma de la guerra y la sangrienta derrota de una fuerza con armamento insuficiente, compuesta principalmente por reclutas argentinos sin entrenamiento.
'El conflicto en las Malvinas no está cerrado, sigue siendo una herida abierta', declaró Darín a The Associated Press. 'Está volviendo a poner el tema sobre la mesa. Ha tocado a mucha gente'.
Las referencias a las Malvinas transmiten una profunda desconfianza hacia la cúpula militar por parte del protagonista, quien, en un flashback, emerge de una trinchera rodeado de los cadáveres de sus camaradas.
Si bien la guerra enfrentó a una potencia imperialista, el Reino Unido, contra un país oprimido y formó parte de un resurgimiento del militarismo imperialista —desde Líbano hasta Granada, Afganistán, Irak, Libia, Nicaragua, etc.—, la dictadura militar argentina lanzó la guerra como una maniobra desesperada ante la creciente ola de huelgas y protestas masivas, así como la creciente crisis interna. El objetivo era desviar este movimiento hacia el exterior apelando al nacionalismo.
Por mucho que este conflicto exigiera a la clase obrera argentina e internacional el apoyo a la derrota británica, de ninguna manera justificaba ceder la confianza política o militar a la junta argentina ni a la clase dominante. Más bien, exigía una profundización de la lucha por el derrocamiento de la dictadura y del régimen capitalista.
El director y productor argentino Bruno Stagnaro, creador y director de la serie y uno de los cinco guionistas, ha producido una obra de gran relevancia política. Gastón Girod, director de fotografía, dota a los paisajes urbanos nevados, llenos de cadáveres y vehículos abandonados, de una expresión estética particular. La historia evoca acontecimientos contemporáneos como la guerra y la dictadura, y esto es lo que atrae la atención de su amplio público.
La historia sobre un pequeño grupo que actúa colectivamente, cada uno con sus propias peculiaridades, humaniza la catástrofe existencial y proporciona un trasfondo filosófico que contradice la ética del establishment político capitalista.
Los temas anticoloniales y antidictatoriales, así como el llamado a la lucha colectiva, resuenan en un contexto en el que la clase dominante promueve fuerzas de ultraderecha como los gobiernos fascistas de Javier Milei en Argentina, quien defiende los crímenes de la dictadura de 1976-1983 que asesinó a Oesterheld, y Donald Trump, quien promueve la recolonización de todo el hemisferio bajo el dominio del imperialismo estadounidense.
La semana pasada, investigadores en huelga en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas organizaron una protesta contra los recortes presupuestarios de Milei. Inspirados por El Eternauta, se pusieron máscaras de gas y portaron carteles con los lemas «No hay futuro sin ciencia» y el lema de la serie «Nadie se salva solo».
El contexto histórico vivido por Héctor Oesterheld
Al igual que la serie actual, el cómic original se inspiró en el contexto histórico en el que fue escrito. En Argentina, desde la década de 1950 en adelante, se produjeron una serie de golpes de estado que se prolongaron hasta la década de 1970. El golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, conocido como la 'Revolución Libertadora', derrocó al presidente Juan Domingo Perón. La dictadura, liderada por los militares, contó con el apoyo de los partidos de oposición y la Iglesia Católica, así como de los grandes sectores empresariales que se habían distanciado del gobierno de Perón. La dictadura cívico-militar duró hasta 1958. Durante este período, el peronismo fue perseguido, los movimientos sindicales reprimidos y las libertades restringidas.
Oesterheld se opuso a la dictadura. El objetivo principal del gobierno militar era reprimir violentamente las luchas del movimiento obrero, controlado por el peronismo. Para ello, en junio de 1956 emitió el Decreto n.º 4161, que establecía el marco legal para la represión y el fusilamiento de opositores. En este contexto de violenta persecución, surgió la llamada “resistencia peronista”, que llegó a englobar a sectores populares no peronistas.
En aquel entonces, en Argentina, figuras políticas que se declaraban trotskistas, como Nahuel Moreno, en lugar de buscar movilizar a los trabajadores desde una lucha política independiente por el socialismo, adoptaron una trayectoria revisionista, buscando subordinar las luchas obreras y el movimiento de resistencia contra la dictadura al peronismo, una tendencia nacionalista burguesa.
En 1956, la tendencia morenista se integró al movimiento peronista y publicó un periódico que declaraba en su cabecera: “Bajo la disciplina del General Perón y el Comando Superior Peronista”. El periódico incluso publicó las diatribas anticomunistas de Perón sin protestar.
Peor aún, en 1958, apoyó la elección del candidato derechista Arturo Frondizi, siguiendo las órdenes de Perón. Incluso la izquierda peronista desafió esta orden, con aproximadamente un tercio del electorado peronista votando en blanco. En este contexto político, Oesterheld se movió firmemente hacia la izquierda, uniéndose al movimiento guerrillero montonero, fundado en 1970 para oponerse a la dictadura militar. Los morenistas se adaptarían al guerrillerismo a principios de la década de 1960.
Tras sellar una alianza con el general Perón, Frondizi llegó al poder en 1958, continuando con políticas de derecha que socavaban los derechos sociales y democráticos. Para hacer frente a las manifestaciones de descontento, el gobierno otorgó al Ejército la facultad de arrestar, detener e interrogar a sindicalistas y opositores.
Las elecciones de 1962 precipitaron un nuevo golpe militar. Las nuevas elecciones presidenciales de 1963, con la proscripción del peronismo, no lograron la estabilidad política. Ante las luchas obreras y la oposición peronista, las Fuerzas Armadas dieron un nuevo golpe de Estado el 28 de junio de 1966. Juan Carlos Onganía asumió el mando de facto del país. La «Revolución Argentina» (1966-1973) contó con el apoyo del FMI y se subordinó a la Doctrina de Seguridad Nacional promovida por el Pentágono y la CIA. Onganía implementó una férrea censura que abarcó toda la prensa y todas las manifestaciones culturales, incluyendo la intervención estatal en las universidades y la expulsión de profesores de la oposición. Sin embargo, las movilizaciones estudiantiles y los levantamientos obreros masivos (como el Cordobazo de 1969) debilitaron al gobierno, provocando un golpe de Estado interno.
En junio de 1970, Roberto Levingston, general nacionalista, asumió el cargo, pero no logró contener las protestas populares. En marzo de 1971, Alejandro Agustín Lanusse asumió el poder, promoviendo un GAN (Gran Acuerdo Nacional) conciliador que permitió el regreso de Perón y organizó elecciones nacionales sin proscribir al peronismo.
Entre 1973 y 1976, el peronismo volvió a gobernar con cuatro presidentes (Cámpora, 1973; Lastiri, 1973; Perón, 1973-1974; e Isabel Perón, 1974-1976). Sin embargo, las contradicciones internas del peronismo, sumadas a la crisis económica mundial, generaron una agitación política que se agravó aún más con la muerte de Perón en 1974 y la incapacidad de su sucesora y viuda, Isabel Perón, para liderar una estabilización política. Esta crisis sentó las bases para otro golpe militar y la dictadura que asesinó al autor de El Eternauta.
La feroz dictadura militar duró de 1976 a 1983. Su atroz balance incluyó decenas de miles de muertos y desaparecidos, cientos de miles de exiliados y la derrota del Ejército Argentino en las Malvinas. Bajo el régimen militar, Argentina vio quintuplicada su deuda externa, la destrucción de gran parte del aparato productivo nacional y la quiebra y el vaciamiento de las empresas públicas debido a la corrupción de sus directivos y a la implementación de una política económica que benefició a capitalistas locales y extranjeros.
En definitiva, la terrible experiencia de la Guerra de las Malvinas fue resultado de las traiciones de los nacionalistas burgueses y sus partidarios morenistas, quienes terminaron alineándose con la junta militar, dejando a la clase obrera sin medios para defender sus intereses políticos independientes. Estos intereses no correspondían en absoluto a la realización de las ambiciones nacionalistas reaccionarias de la atrasada burguesía argentina, sino que exigían la superación de la opresión social y nacional como parte de la revolución socialista internacional.
El fracaso de los sueños de 'desarrollo nacional' de la burguesía argentina alcanza su máxima expresión hoy, cuando Milei promete devolver a Argentina al camino de convertirse en una potencia mundial, lo que supuestamente se lograría erradicando todas las reformas sociales implementadas durante el último siglo.
El Eternauta II, la historia continúa
El propio Oesterheld, quien comenzó como escritor de cómics de aventuras (como Ernie Pike o Sherlock Time), experimentó una transformación política que afectó a amplios sectores de la clase trabajadora, juvenil e intelectual argentina en las décadas de 1960 y 1970. Mientras gravitaba hacia sectores radicales del peronismo como Montoneros, escribió La Guerra de la Antártida (1970), con un mensaje explícitamente antiimperialista.
En 1973, fundó la editorial Ediciones de la Urraca, donde publicó versiones más políticas de sus obras. También escribió El Eternauta II, con una temática abiertamente anticapitalista.
En ediciones posteriores de El Eternauta II (1976), la historia se vuelve más política. La invasión extraterrestre puede leerse más directamente como una alegoría del imperialismo, las dictaduras y la opresión de clase. La secuela (dibujada por Alberto Breccia) incluye un poder oculto ('Ellos') que manipula desde la sombra. Escrita durante la 'guerra sucia' argentina, se interpretó en su momento como una crítica al capitalismo, el militarismo y el autoritarismo. Al año siguiente del golpe militar, Oesterheld y sus cuatro hijas (junto con sus esposos) fueron secuestrados por la dictadura y asesinados. Dos de las hijas estaban embarazadas cuando fueron secuestradas y, aunque se cree que dieron a luz en cautiverio, sus hijos desaparecieron en manos de los militares. Además de la aniquilación de su familia, la obra de Oesterhold fue censurada por su contenido 'subversivo'. Según testimonios, los militares intentaron obligarlo a escribir una versión apolítica de El Eternauta para la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), pero Oesterheld se negó. Poco después fue asesinado.
Los 'cascarudos' y las 'manos' (enemigos en el cómic) representan fuerzas externas que dominan mediante tecnología superior, similar al colonialismo o la intervención imperialista en Latinoamérica. La idea de un enemigo invisible (como el 'Ellos' en El Eternauta II) refleja el terror de la represión clandestina, que Argentina ya experimentaba bajo el régimen peronista y que se intensificó cualitativamente con la dictadura de 1976.
Los protagonistas son personas comunes (trabajadores, estudiantes, amas de casa) que se organizan para resistir, simbolizando el poder de la acción colectiva contra la explotación.
El protagonista, Juan Salvo, no es un superhéroe, sino un hombre común que representa al pueblo organizado. Esto contrasta con el modelo estadounidense de héroes individualistas en los cómics (como Superman). Su eterno viaje a través del tiempo (siendo 'el eterno') simboliza la memoria histórica: la necesidad de recordar para no repetir errores, algo que resuena en la lucha contra la amnesia política posdictadura que se promueve en Argentina e internacionalmente.
Netflix anunció recientemente que habrá una segunda temporada de El Eternauta. Queda por ver si incorporará los temas más abiertamente políticos de la obra posterior de Oesterheld.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de3 junio de 2025)