Hace apenas una semana, el canciller Friedrich Merz adulaba al presidente Donald Trump en la Oficina Oval, y la prensa alemana lo alababa por llevarse tan bien con el matón de extrema derecha en la Casa Blanca. Desde entonces, ha quedado en evidencia que Trump no es simplemente un político con tendencias fascistas, sino que está trabajando activamente para establecer una dictadura militar bajo su control personal.
Ese es el significado de la decisión de Trump de desplegar la Guardia Nacional y unidades militares en Los Ángeles y otras ciudades norteamericanas para llevar a cabo deportaciones masivas de migrantes y reprimir brutalmente cualquier protesta. Como ha explicado el WSWS, Trump está orquestando deliberadamente un golpe de Estado a gran escala para construir un nuevo marco dictatorial de dominación capitalista.
Sin embargo, a pesar de que este golpe se está desarrollando frente a los ojos del mundo, ningún político alemán destacado ha alzado la voz o lanzado una advertencia. Los mismos políticos que justifican constantemente su ofensiva bélica contra Rusia en nombre de la “libertad”, la “democracia” y un “orden internacional basado en reglas” permanecen en silencio mientras la democracia es desmantelada en Estados Unidos.
Muchos de ellos albergan simpatías secretas o incluso abiertas por Trump. Pueden temer sus políticas de guerra comercial y la posible retirada de la OTAN, pero ven con admiración y envidia su represión brutal contra migrantes y opositores políticos. Esto queda especialmente claro al leer los comentarios de los periodistas que viven en la burbuja política de Berlín, estrechamente conectados con los principales políticos.
Algunos entienden perfectamente lo que ocurre en Washington. El veterano periodista e historiador del Süddeutsche Zeitung, Joachim Käppner, escribe que la democracia estadounidense ha “resistido las tentaciones autoritarias durante más de dos siglos y medio”, pero que con cada semana que pasa disminuye la certeza “de que la democracia no será debilitada permanentemente por un poder ejecutivo sin restricciones”. El presidente estadounidense está demostrando “que no se detendrá ante nada para llevar a cabo la transformación autoritaria de la sociedad que sus oponentes temen con razón”.
En un artículo principal escrito por su corresponsal en Nueva York, Marc Pitzke, Der Spiegel también describe las acciones de Trump como “una maniobra calculada hacia el dominio autoritario”. Según la revista, el objetivo de Trump es “una escenificación dramática de su reivindicación del poder absoluto, que está imponiendo en todos los ámbitos”. Los próximos pasos podrían incluir la activación de la Ley de Insurrección y “declarar el estado de emergencia para suspender las elecciones”.
Sin embargo, ninguno de los dos autores saca conclusiones reales. Ni siquiera se preguntan por qué nadie está iniciando un proceso de destitución contra el aspirante a Führer de la Casa Blanca—procesos que sí se llevaron a cabo contra Richard Nixon y Bill Clinton por mucho menos. Plantear tales preguntas significaría enfrentarse al Partido Demócrata, que—aparte de unas cuantas palabras vacías—no ofrece ninguna resistencia a Trump. Los demócratas temen mucho más al incipiente movimiento de masas que a una dictadura autoritaria, ya que representan a la misma oligarquía financiera que Trump.
Tampoco critican al gobierno alemán, que continúa cultivando estrechos lazos con Trump. Después de todo, el antiguo colega de Käppner, Stefan Kornelius, quien durante 37 años escribió para el Süddeutsche Zeitung, siendo jefe de su departamento político hasta hace poco, ahora es portavoz del gobierno federal y está encargado de vender las políticas de Merz al público.
Otros periodistas no hacen ningún esfuerzo en ocultar su simpatía por Trump. El caso más llamativo es el de Nikolas Busse, editor de asuntos exteriores del Frankfurter Allgemeine Zeitung, el portavoz de la Bolsa de Valores de Frankfurt.
Busse pide una visión “diferenciada” de Trump. Hay que distinguir entre su política exterior “neoaislacionista”, que pone en jaque la estructura de seguridad de Europa, y su gestión de la “migración irregular”. Sobre esto último, Trump sigue “un enfoque fundamental que también está ganando terreno en Europa—tanto en países individuales como en el seno de la UE”. Que se llevara tan bien con Merz, escribe Busse, “se debió en gran parte al cambio en la política de asilo que el canciller pretende implementar”.
Con un lenguaje que recuerda al de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), sostiene que en el fondo “se trata de cuánto puede tolerar la migración el mundo occidental”. La idea de que cualquiera puede asentarse en cualquier parte del mundo “fue una vez una utopía de izquierdas”, afirma. Ahora se ha convertido en una realidad en muchos países occidentales—“una situación que no podía ir bien indefinidamente”. Lamentablemente, continúa, los “partidos tradicionales de gobierno en Occidente se resistieron a aceptar esta idea durante demasiado tiempo”.
Die Zeit argumenta en líneas similares, aunque no apoya abiertamente la persecución de migrantes como lo hace el Frankfurter Allgemeine Zeitung. En su lugar, culpa tanto a los votantes de Trump como a los manifestantes que se oponen a sus tácticas de estilo Gestapo por el intento de golpe de Estado.
“Trump fue elegido por una mayoría por su promesa de deportar a los criminales indocumentados”, afirma el editor de Zeit, Sascha Chaimowicz. Acusa a los opositores de Trump—basándose en incidentes de violencia aislados y exagerados—de empujar a más personas hacia los brazos de Trump.
“Las imágenes de violencia que llegan desde Los Ángeles en estos días no son solo noticias para muchas personas, sino un ataque emocional a su sentido de seguridad”, escribe Chaimowicz. “Cuando los políticos demócratas desestiman retóricamente estas imágenes y, en cambio, se concentran en el debate sobre si Trump está aboliendo la democracia, corren el riesgo de pasar por alto un punto central: que mucha gente vota no por cuestiones constitucionales, sino por miedos concretos”.
Este tipo de argumento lo hemos escuchado antes: no fueron los industriales que financiaron a Hitler, ni los políticos que lo llevaron al poder, ni los partidos que votaron a favor de la Ley Habilitante en 1933 los responsables de su ascenso—sino los trabajadores que se resistieron a los nazis y sembraron miedo entre las clases propietarias y la pequeña burguesía.
Los grandes del régimen nazi—capitanes de la industria, jueces, profesores, jefes de policía y generales—que consolidaron el dominio de Hitler y luego continuaron sus carreras en la Alemania Occidental de posguerra, todos se excusaron diciendo que “el pueblo” apoyaba a Hitler y ellos simplemente seguían órdenes—una vil mentira histórica.
Tanto en Estados Unidos como a nivel internacional, está creciendo rápidamente la resistencia contra Trump y el sistema capitalista decadente que representa.
Trump y otras figuras de la extrema derecha solo han logrado éxitos electorales porque los demócratas, socialdemócratas y los llamados partidos de izquierda—junto con los sindicatos—han orquestado durante décadas una redistribución social en beneficio de los ricos. Como resultado, son profundamente despreciados. A diferencia de Mussolini o Hitler, Trump y los suyos no encabezan movimientos fascistas de masas con veteranos de guerra y pequeña burguesía empobrecida. La verdadera base de poder de Trump es una oligarquía de multimillonarios que ha surgido del saqueo sistemático de la clase trabajadora.
Precisamente por eso los políticos y medios alemanes apoyan a Trump o buscan llegar a acuerdos con él. Ellos también temen que la creciente crisis capitalista desencadene feroces luchas de clases. Igual que en los años treinta, su respuesta es la dictadura y la guerra. El gobierno de Merz, al igual que Trump, arremete contra los migrantes para atacar los derechos democráticos de toda la clase trabajadora. Está rearmando al país en una escala no vista desde Hitler, con el objetivo de desviar las tensiones sociales hacia el exterior y lanzar guerras de conquista. El Partido Socialdemócrata (SPD) juega un papel dirigente en esto.
La resistencia está creciendo—y continuará creciendo. La tarea decisiva es dotar a esta resistencia de una perspectiva socialista que una a la clase trabajadora internacional en la lucha contra el capitalismo y por una sociedad socialista.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 12 de junio de 2025)